El Ginkgo (Ginkgo biloba) ya existía en el planeta en el perído
pérmico (cuando Pangea aún no se fragmentara), sobrevivió a la Edad de Hielo en
el sureste asiático y regresó a Europa a principios del siglo XVIII, siendo
plantado en el Jardín Botánico de Utrecht (Holanda) y ¡todavía está vivo! En
Galicia pueden verse dos ejemplares (masculino y femenino) en el Jardín
Botánico de Fonseca en Santiago, son de 1880.
¡Este árbol es increíble! También es llamado “árbol de las pagodas”,
“de los cuarenta escudos” (un aficionado pagó esa cantidad a un horticultor
inglés), “de la longevidad” y “portador de esperanza”.
El nombre de “portador de la esperanza”, es debido a que sobrevivió a
la bomba atómica de Hiroshima, estaba a una distancia de un kilómetro del
epicentro, junto a un templo, con la caída de la bomba el templo se destruyó y
el ginkgo secó, pero al cabo de un tiempo volvió a brotar, todavía se puede ver
y se dice que tiene alta resistencia a la radiación (si sobrevivió a los
dinosaurios ¿por qué no?).
Florece a partir de los 20 ó 30 años de edad, en el mes de mayo. Las
partes que se utilizan son las hojas en extracto seco, que son ricas en
flavonoides y lactonas terpénicas.
El ginkgo consigue una irrigación sanguínea eficiente, por lo que es
adecuado en la compensación de la tensión arterial, combate el colesterol, los
riesgos vasculares, trombos, infartos, ictus... Algunos estudios incluso
constatan ralentiza los problemas de memoria asociados con la edad. Está
contraindicado con el consumo de anticoagulantes.
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